Inés y Juan nunca estuvieron frente a frente, pero entre ambos está creciendo algo bueno. Se conocieron por correo electrónico y después de algunas idas y vueltas y de algunos malentendidos también, empezaron a llamarse por teléfono para resolver cuestiones puntuales y reírse, por qué no, de algunas situaciones. Es que es difícil que alguien que no está sumergido en el proyecto de ese libro pueda entender algunas gracias.
Ese viernes de agosto Juan tiene apoyada la cabeza sobre la mano izquierda y con la otra deambula con el ratón de la computadora sobre la página del archivo word. Inés le dijo que estaría bueno pensar una alternativa para el título de la obra, que ese que presentó originalmente con el proyecto es muy poco preciso y no funcionaría junto con los libros de sus colegas del campo académico con los cuales pretende establecer un diálogo. Tanto estuvo pensando en ese título… le gustaba porque le parecía que tenía un guiño, un mensaje para algunos entendidos. Sus compañeros de la UBA, donde comenzó con este tema, sabrían entender la idea que él ve solapada en el título. Pero Inés ni lo percibió: fue una señal. Además, ahora está en Bariloche y entiende que el libro podría tener un alcance mayor que ese que inicialmente él pensó. Tal vez lo puedan leer en otras universidades, por ejemplo, o en ese grupo de Puebla donde está su colega René y su grupo de investigación.
En ese mismo momento, Inés, a 860 kilómetros de distancia, se toma un mate y lo pasa al diseñador que está cebando mientras intenta arreglar esa foto que le enviaron con una resolución pésima, pero que es la mejor que se pudo conseguir en ese museo-archivo caracterizado por la luz tan deslucida. Ella no deja de mirar los papeles que tiene al costado del teclado. Gira la cabeza hacia un costado y hace circulitos alrededor de algunas palabras, pero todavía no le hacen sentido. No termina de entender si las palabras clave que seleccionó Juan son las más adecuadas para la catalogación de esa plataforma de difusión, le va a tener que preguntar.
Recuerda que cuando comenzaron a trabajar juntos en este libro sobre flores y polinización surgieron algunos problemas entre ellos, sobre todo por interpretaciones diferentes. En algún momento Inés se dio cuenta de que el lenguaje que estaba usando para explicarle algunas cosas a Juan no era preciso. Y tuvo que encontrar otras metáforas para explicar lo mismo. A la vez, esa búsqueda por ampliar su vocabulario le hizo comprender algunas otras cuestiones de la obra que estaba editando y que ella necesitaba decodificar.
Y si es cierto que la distancia disciplinar no ayuda (la biología y la edición), la geográfica tampoco colabora: una mirada que se encuentra y una sonrisa desatada en los labios a tiempo superan un correo. Así es que ella ahora suspira ante lo inevitable, levanta las cejas, gira sobre su escritorio, deja el lápiz y se dispone a escribir ese mail que necesita. Sabe que Juan es la persona indicada, que solo él conoce eso que ella necesita saber para resolver los metadatos de la obra.
Juan, por su parte, también tuvo que abrirse a que una persona ajena al campo específico opine acerca de su obra. Tuvo que aceptar que algunos recursos gráficos no funcionaban, que un texto que escribió junto con un colega iría mejor como anexo que como capítulo, y otras cuestiones más. Entendió que Inés tiene un saber específico que su obra necesita para encontrar la luz, que ella conoce una gama amplia de estrategias para comunicar lo que él le quiere decir al mundo. Y finalmente tener a su obra entre sus manos, con una tapa que la distinga del resto y que la ponga a dialogar con otras.
Inés y Juan entendieron que al lanzarse a este proyecto tuvieron que poner lo mejor de sí y que se iban a exponer al otro. Que ese vínculo puede ser fructífero y hacer crecer el proyecto, o no. Y que en ese vínculo puede estar la diferencia entre una obra que pasa por un campo científico sin pena ni gloria y otra que se potencie y que con ella también se siga escribiendo la historia de esa disciplina.
Es muy probable que algún día se conozcan personalmente, tal vez en la presentación de la obra, allá por diciembre. Y ella va a recorrer los kilómetros que los separan y él le preparará esa cena que se prometieron.