La idea es sencilla: «bibliodiversidad» refiere a la noción de diversidad cultural aplicada al mundo del libro. En otras palabras, postula la heterogeneidad de expresiones –ideas, voces, culturas– plasmadas en formato libro como un derecho de nuestras sociedades, más allá de la lógica comercial restrictiva del mercado y los grandes grupos editores.
El concepto nació en Latinoamérica hacia finales de 1990 y se popularizó a partir de la creación, en mayo de 2002, de la Alianza Internacional de Editores Independientes, que lo tomó como idea motora.
En el orden de lo práctico, «bibliodiversidad» implica que tanto la publicación como el acceso a los libros no estén regidos exclusivamente por su condición de bienes materiales susceptibles de ser comercializados en el mercado –bajo control de ciertos agentes–, sino, también, por la de objetos culturales, simbólicos, cuya existencia y disponibilidad hace al patrimonio de las sociedades. Esto, desde ya, conlleva la responsabilidad de los Estados en el sentido de generar políticas públicas que contribuyan a garantizar la heterogeneidad.
En este contexto, la diversidad de publicaciones está vinculada, entonces, a la diversidad de actores en el ecosistema del libro, actores –editores, distribuidores, promotores, libreros, ¡autores y lectores!– que representan y expresan distintos intereses como, por ejemplo, el de posibilitar que voces e ideas de determinada(s) región(es) o cultura(s) puedan ser expresadas, difundidas y preservadas en un libro.
Como editorial universitaria –de, además, una universidad localizada en una región con escaso acceso al ecosistema del libro–, el compromiso de Editorial UNRN con la bibliodiversidad es insoslayable. Y es un compromiso compartido con el resto de los sellos universitarios del país, a partir del trabajo de la Red de Editoriales de Universidades Nacionales (REUN).