—Denme cinco minutos, por favor, que caliento el agua para el mate y los llamo.
—Ok.
El breve intercambio por whatsapp anuncia que pronto comenzará la videollamada para volver a hablar sobre el proyecto del libro, una compilación de varios trabajos que, por la descripción que recibió a través del formulario, todavía no tiene una organización del todo clara. Mientras abre la reunión y espera que sus interlocutores se conecten, le pide a su hijo que trate de no hacer mucho ruido, que es un ratito nomás.
—Pienso en el lector que toma el libro del estante y va a mirar el índice —les dice, después de los saludos en las ya cotidianas pantallas—. Los títulos de los capítulos están bien, son descriptivos y definen con precisión el tema de cada trabajo. Pero podríamos mejorar la organización, hacer más clara la propuesta general, la organización.
—Podemos agrupar los capítulos por afinidad temática, crear secciones, lo habíamos pensado, responde ella, y su compañero asiente. Y comentarles esto a los autores para que modifiquen las referencias a los otros trabajos del volumen, ya que muchos dialogan entre sí…
La compiladora se interrumpe, hace una breve pausa.
—Perdón, es que me pareció que se peleaban los nenes.
—No te preocupes. Acá también estoy con mi hijo. De hecho, después de charlar con ustedes me pongo a cocinar… o, mejor dicho, sigo cocinando, porque acá estamos un poco en eso. Bueno, como decíamos, con la organización del libro definida, además, ya será más fácil desarrollar la introducción, presentar el libro como una unidad, como un recorrido sobre estas cuestiones que ahora aparecen más visibles.
La reunión transcurre. En una breve pausa, piensa si falta salir a comprar algo más para el almuerzo. Van abordando todos los temas: la organización del libro, las pautas para que los autores y las autoras escriban sus trabajos con criterio similar y, sobre todo, un detalle que fue el primero en aparecer: dado que el libro presenta estudios muy anclados en el territorio, cómo salvar referencias que, de no ser explicitadas, solo podrían ser entendidas por lectores con mucho conocimiento de la región.
Decidieron que lo mejor era destinar un apartado en la introducción para la presentación y explicación de esas particularidades, que alcanzan a todos los capítulos. De ese modo, coinciden, el lector tendrá un panorama previo que le ayudará a comprender las referencias y no será necesario que la información se reponga en cada capítulo. Así, aliviarán la tarea de los autores y evitarán repeticiones innecesarias.
Mientras prepara el almuerzo, piensa en los posibles recorridos de ese libro una vez publicado. Sabe que, resueltas las cuestiones que conversaron hoy, el proceso hasta llegar al resultado final será más fácil para todos. Mete la fuente en el horno. Listo, ahora solo resta esperar.