Lago de Neuquén. Noviembre. Mañana fresca, con probabilidad de lloviznas. Momentos finales de la espera anual para la temporada de pesca: pasaron 7 meses. Camping agreste y sin garantías.
El pescador sabe exactamente qué quiere, cuál es el pez que fue a buscar, cuántas chances tiene según la hora del día y la mosca elegida. Sabe cuán importante es su equipamiento para ir a buscarlo. No va a ser lo mismo traer a la superficie un pejerrey que una trucha dorada.
Asimismo, cuando un autor diseña su plan de trabajo, debe saber cuál es el lector que irá a buscar a ese mar de lectores. Ya lo dijo Gabriel Zaid: existen demasiados libros. ¿Para qué escribir y publicar otro? Tenemos que estar seguros acerca de lo que buscamos, de nuestro objetivo. Es por eso que a la hora de pensar-imaginar nuestras obras vamos a hablar del lector-meta.
¿Por qué abordamos este tema? Porque en la editorial muchas veces recibimos propuestas de publicación de proyectos que imaginan que sus lectores serán desde los colegas de otra universidad hasta el señor interesado en el tema que lee por puro placer y encontró el libro en la librería. Muchas veces no hay claridad en cuanto a quién nos va a leer. Y eso trae complicaciones en muchos niveles, además, claro, de ser contraproducente para lograr nuestro pez.
Un lector-meta poco definido nos puede llevar a dar o no dar la nota justa. A no explicar por demás, o a desarrollar conceptos fundamentales; a no pensar títulos tomados de letras de canciones en un libro para pares científicos; o a desarrollar un manual para estudiantes universitarios con las mejores instrucciones.
Y el trabajo de definir el lector está presente en varias instancias, aunque la primera y más importante suele estar en manos del autor. Esta tarea estará presente (explícita o no –ouch–) en las reuniones del grupo de investigación de la universidad que necesita publicar los resultados de último proyecto, y también en el movimiento del librero que ubica el ejemplar al lado de libros de divulgación científica porque conoce a sus clientes y sabe que allí se venden muy bien los libros de texto a los padres de ese colegio a comienzos de marzo, así como en el diseñador que piensa en cuál será la mejor tapa para esa obra en el contexto de la colección y el catálogo de la editorial.
Cuanto más tenga en claro el autor cuál es su lector y con qué estrategias llegar a él, más eficaz resultará la tarea. No es lo mismo salir a pescar truchas con una lombriz como carnada que con una mosca elaborada con precisión. Si queremos encontrar a ese pez, lo mejor será diseñar un plan y ejecutarlo con pericia.