Leer poesía para descubrir nuestra propia mirada poética del mundo

Martes, 28 Enero 2020

(Por Damián Lagos*). El escritor Abelardo Castillo dijo en una entrevista algo así como que la idea literaria trae su forma incluida. Es decir, hay ideas que se expresan mejor en un cuento, otras en una novela, otras en un poema. Visto de esta manera, el escritor tiene la posibilidad de incursionar en distintos géneros con tal de que sus ideas puedan plasmarse lo más parecido a lo que imagina. Como en este caso se trata de poesía, se podría decir que muchas veces, más que de ideas, se trata de imágenes que el poeta capta con su mirada particular.

Esa mirada se obtiene, mayoritariamente, leyendo poemas. Ahí se descubre que uno también posee una visión poética de las cosas. Es muy posible que toda la gente la tenga y que solo falte un acercamiento, sincero, para conectarse, quizá el mismo tipo de sinceridad que se aplica al amor, aunque en un sentido más amplio: amor hacia todas las cosas. Lo interesante de la poesía es que es un arte que existe desde siglos, es parte de las prácticas de todas las culturas; es decir, es algo que destaca una cualidad en el ser humano: la de expresar. Y quizá también la idea de no ser olvidado, de no morir.

El ser humano aprende por imitación. La lectura es una forma de asistir a clases de poesía. También sirven los talleres literarios, pero el ejercicio personal, íntimo, de la lectura es el alimento del poeta. Un alimento que va a enriquecer su lenguaje y su sensibilidad. Son enriquecimientos que más bien van a servir a la hora de resignificar todo el mundo que el poeta ya conoce. Sus propias palabras, las palabras de sus mayores, las de su cultura, son revisadas y a veces se encuentran sentidos ocultos que las vuelven más interesantes, material para escritura. Y más allá de las palabras, toda nuestra historia y vivencias adquieren otros significados. Resumiendo, digamos que uno ya trae un mundo formándose, una materia prima, y que el contacto con la poesía nos permite elaborar, a partir de esa sustancia, nuestras propias creaciones. En síntesis, la poesía es una forma particular de ver las cosas.

Quien es poeta lo es siempre, sea bueno o malo. Podrá detenerse en cualquier acto sencillo de su rutina para meditar sobre un verso o para admirar una escena de calle; toda experiencia es posible material de trabajo, todo sirve. Es un trabajo irregular, a veces pasan meses sin escribir nada y otras veces se escribe todos los días. A veces puede planificarse, quizá con las formas poéticas más tradicionales, otras veces se escribe desordenadamente. Es un trabajo voluntario, más allá de las fantasías de éxito, fama y fortuna, la mayoría entiende que primero está la obra, el compromiso con la escritura. El poema es económico en palabras y estructura. No necesita seguir una lógica como una obra narrativa. Ello permite que se pueda escribir, si se quiere, en cualquier parte. Cuándo se escribe, a qué hora, eso no se sabe. Muchas veces la escritura es mental y cuando se pasa al papel el poema ya había sido pensado y elaborado de antemano. Pero también está la aventura de encontrar un primer verso que nos vaya acercando al siguiente, hasta el último. Cada poeta va elaborando su «arte poética», su manera particular de expresar, lo que podríamos decir estilo, voz propia, como así también va dando cuenta de sus propios procedimientos, muchos de ellos elaborados en forma de ensayo. Por ejemplo, Filosofía de la composición de Edgar Allan Poe.

La poesía capta imágenes, decía al principio. Eso no siempre fue así. En otros tiempos se calificaba a la poesía de acuerdo con la cantidad de sílabas en los versos o por el tipo de rima, además de su sentido, que también estaba sujeto a normas morales. Todavía existen escuelas que le dan importancia vital a la sonoridad de las palabras. La idea de captar imágenes es más cercana a estos tiempos, donde el cine ha dejado su influencia en nuestro inconsciente. Se trata de imágenes cuyas referencias pueden ser identificadas con facilidad: eso es parte del arte, trabajar con elementos familiares, como el lenguaje, un paisaje, un tópico, y devolverlo renovado, convertido en otra cosa capaz de inspirar, conmover. No son imágenes al azar.  El poeta sabe el porqué de su elección, eso está diciendo algo de él, un mensaje cifrado de un aspecto de su vida.

En la actualidad, mucha poesía circula por las redes sociales, buena poesía. También se puede conocer a los poetas vivos que hacen bien en crear páginas, que a su vez permiten a mucha gente acceder a la lectura desde cualquier dispositivo. Antologías, colecciones, sumadas a los miles de lectores que comparten lo que encuentran bueno, las redes sociales pueden ayudarnos a encontrar muy buen material, además de los clásicos. Esto también modifica el cómo se escribe, en cierto modo estimula la creación, el compartir. Luego de algunas décadas donde la crisis editorial recaía en la poesía, los espacios virtuales, como blogs, más las redes, han logrado sacar a relucir que existe una producción muy importante de poesía, que insistimos en compartir por gusto, por amor al arte.

* Damián Lagos es escritor, autor de, entre otros, el poemario El silencio es un punto de partida, editado por la colección La Tejedora, de Editorial UNRN (el libro se encuentra disponible para descarga gratuita aquí http://bit.ly/silenciopunto

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