Nací en 1971 en el hospital de Alvear, en la provincia de Mendoza. Cuando cumplí tres años mi papá consiguió trabajo en una chacra y nos mudamos a Río Negro, donde vivo hasta hoy.
Más que escribir, lo que siempre deseaba era leer. En la casa de mis viejos no había muchos libros, entonces leía diccionarios, enciclopedias, libros de lectura de la escuela, historietas. Fue muy importante cuando descubrí la biblioteca en la escuela primaria y, más tarde, las bibliotecas populares.
Estudiar, leer, escribir, dibujar, inventar historias, actuarlas, para mí era todo lo mismo, actividades que hacía con mucho placer. En una época era muy tímida y me encontré con que en la escritura podía explayarme, expresarme sin temor, sentirme libre.
Cuando terminé la secundaria quería cursar en la universidad -estudié Comunicación Social y profesorado de Lengua y Literatura-, para eso tuve que trabajar y pasé por un montón de empleos. Uno de esos trabajos me llevó a Sierra Grande y a un taller literario que daba la escritora Liliana Campazzo. Ahí descubrí la poesía, me fasciné con Alejandra Pizarnik y Marcela Saracho (de Bariloche) pero también, gracias a Liliana, descubrí a Girondo, Cortázar, Olivari, Tuñón, Juana Bignozzi, Rimbaud, Artaud.
Mis poesías han sido publicadas en antologías en Patagonia, Buenos Aires, Colombia, España, pero la mayoría de mi obra está inédita. Mi único libro publicado fue Cruces, editado de forma artesanal en el año 2005.