El 83 fue un año importante, recuerdo la alegría de todos con la llegada de la democracia y, a la vez, la tristeza por la muerte de mi abuela. A partir de ese día empecé a inventar oraciones y ensalmos que recitaba al acostarme; supongo que imitaba a mi abuela cuando rezaba y así, entre el recuerdo y los versos, lograba dormir.
Un primo me contagió el gusto por escuchar radio y escribir cartas. Me acuerdo del placer de sentarme a escribir pensando en que alguien iba a leerme, y la emoción cuando llegaba el cartero.
Cursé la secundaria en un colegio público en el que leíamos mucho y, además, escribíamos. Fue entonces cuando empecé a leer poesía con intensidad, con necesidad y mucha inquietud. Al terminar la secundaria me fui a estudiar Salud Ambiental a Entre Ríos. Era la década del 90, cuando volví no conseguía trabajo y no sabía qué hacer. Un día, con una amiga, decidimos empezar teatro y un taller de escritura. Desde entonces sigo leyendo, escribiendo y participando en talleres. Además me recibí de profesora de Teatro.
Después me fui a La Habana, Cuba, durante un año y medio a hacer un diplomado de Teatro y Títeres para Niños y Adolescentes. Hace más de veinte años trabajo como docente, soy narradora oral y titiritera. He presentado espectáculos de cuentos y títeres en bibliotecas, colegios y centros culturales en mi ciudad y en otras de Argentina, Chile, Colombia, Cuba y México. También investigo sobre teatro y narración oral, textos que están publicados en distintas compilaciones.
Integro desde el 2008 el colectivo artístico Peces del Desierto, «poesía nómade, agüita para tanta sed» decimos nosotros. Peces me permite reunir poesía y afecto, lectura y escritura, hacer y pensar, viajar y aprender. Publiqué algunos poemas en la plaqueta Vuelo de Pez en 2011 y en la plaqueta de Peces del Desierto en 2017. Lengua geográfica es mi primer libro publicado.