En la infancia según recuerdo, relatos que contaba a mis compañeros, cuya regla esencial consistía en mantener vivo su interés. La primera vez que un texto mío recibió un premio, yo iba a quinto grado. Fue después de una proyección de diapositivas del sur argentino. Quedé encandilada por el centelleo del lago Nahuel Huapi, la nieve, las cascadas... Creo que eso me trajo a este sur, donde nos mudamos en 1980. Aquí inicié mi «carrera literaria». Asistí durante cuatro años a los talleres de la Escuela de Arte La Llave, con Graciela Cros y Luisa Peluffo. Publiqué mis primeros libros de poesía en Último Reino y empecé a coordinar talleres de escritura en la Fundación Educativa Woodville, editando durante diecisiete años consecutivos la revista La Tijereta, a la que se sumaron un libro infantil, Salto de página, y otro en coautoría con la escritora Luisa Peluffo, Ventanas a la palabra. El taller de escritura en la escuela. Una vez oí que un artista es un niño que ha sobrevivido. Reencontrándome con esa voz, escribí La patria de Laurita. Lecturas, imágenes, experiencias lejanas y perdidas constituyen, en gran parte, la obra de ficción. En los cuentos de otro de mis libros, La más grande, la más oscura, también es posible reconocer situaciones, contextos y personajes que, recreados desde la ficción literaria, dan testimonio de esa «patria». Lo mismo ocurre con mi primera novela, Piedras blancas, y con mis libros de poesía: Angel Fauno, Conquista del árbol, Poemas perros, Discursos vivos, Un cielo sobre la cabeza basta, Chimangos. También en los cuentos de Tándem y en algunos capítulos de mi segunda novela, Anote, querida. He tenido la suerte de que la mayoría de estos libros fueran premiados y editados por concurso (ver cv en www.cibertaller.com.ar). Como cantautora grabé Poetango, obra poético musical, junto al pianista y compositor Roberto Navarro y, últimamente, los videoclips Algunas veces y Milonga al mar (ver Youtube: Laura Calvo Poetango).