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Leer literatura es un acto de resistencia

Jueves, 24 Octubre 2019

(Por Claudio García*). Cuando me invitaron participar de esta mesa, me mandaron algunas preguntas como guía de los temas abordar. Por ejemplo, ¿quiénes leen en nuestra región? ¿Qué se lee? ¿Hay interés por la literatura y los contenidos que se producen en la Patagonia?

Sólo puedo contestar esto con presunciones, no tengo cómo verificar con datos estadísticos cuánto se lee y qué se lee. En principio, aquellos que escribimos, leemos; porque, no tengo dudas: la inquietud para escribir nace de la lectura. Los escritores de la región son en general los impulsores de la lectura de sus pares, nos leemos entre nosotros, vamos formando una telaraña de lectores con nuestros entornos afectivos, fuimos impulsando, algunos con más méritos que otros, encuentros de escritores, ferias de escritores, fondos editoriales, las editoriales privadas en general son creadas también por escritores y crecen porque sus pares deciden editar allí, las alimentan juntando plata para ese fin con su esfuerzo o con el dinero que consiguen de algún premio, algún subsidio o algún crédito; los escritores también impulsamos programas desde distintos ámbitos para promover la lectura o para que algo de la producción patagónica que ya es mayorcita de edad ingrese en las escuelas y en ámbitos públicos y colectivos.

Por supuesto que la literatura patagónica no ocupa el porcentaje mayor de la literatura que en la región se consume. Pero creo que ya hay un camino recorrido en donde se conoce un poco más la obra de los escritores regionales y aunque por supuesto que es deseable encontrar las herramientas para que la literatura patagónica se conozca más aún y crezcan los lectores, no es que partamos de cero o nos encontremos todavía en una primera etapa de pioneros.

Igualmente, patagónica o no, convengamos que no se lee literatura en forma masiva. Aunque la literatura siempre seguirá existiendo hoy hay un combate desigual en que ha aumentado el consumo de información y datos por las nuevas tecnologías, por las redes sociales, mucha imagen poca palabra, y en forma acelerada. El capitalismo cada vez más exige consumidores veloces y allí la literatura pierde, el libro pierde, porque requiere de la lentitud y de la reflexión.

Incluso en la industria editorial predomina si se quiere cada vez más la literatura liviana y rápida para consumir, la literatura de pasatiempo, como simple entretenimiento más que con profundidad. No es que uno mire con la nuca, pero hasta hace no tantas décadas la literatura latinoamericana o nacional que más se vendía coincidía con que era la de mejor calidad. Hoy los autores y libros que más se venden, que más consumen son si se quiere de una literatura menor. Como también hay mucho de lo que se califica como autoayuda, y también bastante new age y superchería. Leía la otra vez un artículo que una de las construcciones culturales con mayor influencia sobre la vida diaria de millones de personas son las de esos tipos de libros.

Todo esto que estoy diciendo fundamenta precisamente mi percepción que no se lee literatura en forma masiva, y aunque es verdad que cuando uno va una librería encuentra mucha producción de libros, como en los stands de esta Feria del Libro, también es cierto que las tiradas son pequeñas, el promedio en la argentina no supera los 1.500 o los 2 mil, y hoy una tirada muy importante de un autor regional es de 500 libros, no más.

Por todo esto leer literatura es un acto de resistencia, leer libros y no en computadoras y redes electrónicas, es un acto de resistencia. Como lectores, como escritores, no debemos ceder a la tentación de objetos impresos que parecen libros pero no son libros u objetos electrónicos que simulan experiencias reales. Leer libros es un acto de resistencia contra los rasgos de un presente donde prima la fugacidad, lo efímero, lo superficial, donde «nada es importante, nada es decisivo, nada es definitivo», donde «la vida se muestra como una producción y destrucción aceleradas» como escribió el filósofo coreano Byung-Chul Han. La mejor forma de ir contracorriente es abrir las páginas de un libro.

Otras preguntas de los organizadores son: ¿Cuáles son las dificultades para acceder y ofrecer los contenidos que se producen en la Patagonia a los lectores? ¿Qué tipo de acciones podríamos realizar editores, libreros, bibliotecarios, comunicadores, autores para ampliar, si eso fuera posible, el círculo de lectores? ¿De qué manera se podría visibilizar la producción regional de contenidos?

Bueno, las dificultades más importantes están en esas cuestiones estructurales que marcaba que condicionan a la Patagonia y a cualquier región -no creo que lo decisivo sea un centralismo porteño que limita el pleno desarrollo en esta temática de la Patagonia o de cualquier otra región del interior-: una sociedad que para dominar enajena, una sociedad de consumismo y velocidad, y, en estos tiempos de neoliberalismo, aumento de condiciones socioeconómicas de pobreza, marginalidad, falta de trabajo en algunos y en otros malos empleos, que tornan difícil para no decir imposible que se acceda a la lectura.

Las acciones entonces que pueden ser eficaces o exitosas para ampliar el círculo de lectores necesariamente deben inscribirse en proyectos colectivos, en proyectos políticos, que modifiquen esas cuestiones estructurales de malas condiciones socioeconómicas y que se embarquen en la pelea cultural contra los que dominan precisamente en el campo de lo simbólico, enajenando y sojuzgando las conciencias.

En este sentido, la derrota del neoliberalismo el 27 de octubre puede permitir mejores condiciones a partir de diciembre para fortalecer y profundizar las acciones que en inferioridad de condiciones llevan adelante hoy editores, libreros, bibliotecarios, comunicadores, autores, reeditando mucho de lo que vivimos del 2003 al 2015 y en base a esa experiencia, aprendiendo también de los errores e ir por más.

Por supuesto que uno apuesta entonces a defender lo que hay, el FER, la editorial de la UNRN, los fondos editoriales municipales, multiplicar esto, las editoriales patagónicas, los programas de lectura, los programas de capacitación a los docentes en literatura regional, la incorporación de la literatura regional en las currículas, que haya métodos y forma creativas para no caer en la literatura obligatoria en las escuelas que generalmente mata a los lectores una vez que termina esa obligación, sino que haga surgir la pulsión de la literatura voluntaria, como la que uno en su momento aprendió en el hogar, cuando ésta surgía voluntariamente de ver leer a nuestros padres y de estar en una casa rodeada de libros, no por la orden de adultos que dicen tenés que leer cuando ellos mismos no leen.

Destaco dos programas regionales a incentivar y extender que, creo, contribuyen a esto de promover la lectura.

Uno, el proyecto Puentes de Neuquén con base en grandes tiradas baratas de placas, libritos, folletos, como con una plataforma digital, con la obra poética o de narrativa de los escritores neuquinos que permiten contar con un recurso suficiente como para luego capacitar a los docentes y estos lleguen a los alumnos, que incorporan el protagonismo de los escritores y de gestores culturales para multiplicar los espacios de lectura, realizar actividades literarias y de expresión artística en acontecimientos colectivos públicos, como ferias, fiestas populares, actividades deportivas, etc..

En segundo término, que está avanzando en etapas, es el proyecto que se puso en marcha en el 2017 entre el Ministerio de Educación y Derechos Humanos de Río Negro, y la Universidad Nacional de Río Negro a través de su sello editorial, Editorial UNRN, para la difusión de literatura rionegrina en la escuela secundaria, a través de una guía donde se capacita a los docentes, una tarea donde está trabajando Iris Giménez y otros protagonistas. Esto me parece importante, está en línea con lo que venía diciendo, aunque hay que superar también los compartimentos estancos, editoriales públicas y organismos y programas públicos, incluso de una misma administración, que aunque tienen objetivos comunes y complementarios actúan en forma separada.

En el plano personal debo decir también que participé recientemente de la campaña electoral en Viedma como parte de la lista de Mario Sabbatella, impulsando dentro del marco de la propuesta cultural la creación el Fondo Municipal del Libro, no tanto apuntando a lo que hacen otros fondos editoriales similares de realizar concursos para editar a los escritores locales, sino con un objetivo similar del programa Puentes de Neuquén, que ya la obra bastante extensa y rica de los escritores locales se encuentre con los lectores, llegue a los barrios, a las escuelas, sirva del material bibliográfico necesario para planes de lectura. Interactuando además con otras acciones y propuestas de una política que entiende a la cultura como eje de acción social, una cultura popular alejada de una cultura de elite o de espectáculo. Esa propuesta del Fondo Municipal del Libro la seguiremos impulsando a través de la concejal electa del espacio Vanessa Cacho Devincenzi y como propuesta al oficialismo del electo intendente Pedro Pesatti.

* Claudio García es periodista y escritor. Esta es la exposición que realizó en el segundo conversatorio sobre «Editoriales y lectores en la Patagonia», realizada en Viedma el 19 de octubre de 2019, en el marco de la Feria Municipal del Libro.